Darrer programa

DARRER POGRAMA: #064 / 10-12-2014

Tuesday, November 07, 2006

EL SONIDO DE LA PRECARIEDAD


Más de trescientas bandas de heavy metal malviven en Barcelona pagando por tocar.
¡Un, dos! ¡Un, dos, tres! Arranca la batería y se encienden las luces. Los focos arden. El bajo marca el compás. Un solo de guitarra estremece la sala y se eleva sobre las cabezas de un público que quiere vibrar. El corazón se desboca. Los amplificadores van a reventar. Saben que es su momento. Cuarenta y cinco minutos para darlo todo y salir del anonimato del local de ensayo. Pero ¿cuál es el precio de estos cuarenta y cinco minutos de gloria?
“En muchos sitios donde hemos tocado la única forma de hacerlo es pagando. Ves que lo único que te sale son cosas así. Si no pagas, tienes que llevarte tus instrumentos y que toquen ocho grupos con ellos. Y ya no es que quieras ganar dinero. Es que, al menos, esto no te suponga gastos”. Habla Sergio Merino, el guitarrista de Time Lost, una de las bandas noveles que tocarán este fin de semana en la sala La Capsa de Barcelona dentro de la cuarta edición del Metal Circus Fest.
Time Lost nació en el verano de 2002 en el barrio de Trinitat Nova. En la periferia de Barcelona. Desde entonces, la formación ha vivido algunas transformaciones. Unos se han ido, otros han llegado; han cambiado de nombre; y, en el camino, han evolucionado musicalmente desde el heavy más clásico al progresivo.
Entre tanto, lo único que parece haber persistido son las ganas de tocar y un sueño: hacerse algún día un hueco dentro del difícil mundo del metal en España. Eso es lo que los ha animado a participar en este IV Metal Circus Fest. “Actuar en el Metal Circus significa la posibilidad de promocionarnos, de hacer contactos y de tocar con un montón de grupos que, de otra manera, no tendríamos”.
En esta ocasión, el festival se celebra en dos días y por su escenario desfilarán treinta y una banda, de las cuales veintiséis son noveles. “La idea principal del festival es promocionar a las bandas”, explica su promotor, Sergi Ramos. “He ido a muchos conciertos de la escena underground en Barcelona y siempre he visto el mismo fenómeno. Una banda que puede tener más o menos habilidad tocando y cincuenta o sesenta personas en el público, como mucho. Te das cuentas de que para que esas bandas salgan un poco del agujero que es el underground hay que darles una motivación”.
Pero, participar en el Metal Circus Fest no es fácil. Hay unas condiciones previas. Entre ellas, pagar una cuota de inscripción de ciento veinte euros y vender un mínimo de treinta y cinco entradas. Unas condiciones un tanto “férreas” si se tiene en cuenta que la mayoría de las bandas, como recuerda el baterista Carlos Climent, no vive de la música que hace y el público que puede llevar a un concierto es limitado porque, al ser grupos desconocidos, no tienen posibilidad de promoción.
“En principio, nosotros queríamos tocar. Pero había que pagar más de cien euros y eso para nosotros es mucho porque no ganamos ni un duro. Luego, cada entrada valía quince euros y yo ¿a quién le vendo la entrada por quince euros? ¿Quién me la va a comprar?”
Lanza al aire esta pregunta sin esperar respuesta alguna y se ríe con tristeza. Carlos lleva dieciocho años tocando la batería en Barcelona. Comenzó a tocar a finales de la década de los ochenta con su hermano. Juntos fundaron Purgatory’s Troup. Hoy por hoy, además de continuar tocando con su hermano, lo hace en dos bandas más: Reptil y Deathless.
Como cantaba Lujuria, la música es su pasión y es duro. Pero también se queja. Ya está harto de tener que pagar por tocar. “Sobrevives a costa de tu dinero. Es a fondo perdido. Es por gusto. Yo me lo paso muy bien. Hago amigos. ¿Qué más puedo pedir? Sí, no tener que pagar ni un duro. O como mínimo que no te hagan pagar. Eso sería el colmo. Nadie debería pasar por ahí”.
Sin embargo, la realidad es otra. “Todo el mundo se ha rebajado alguna vez”, confiesa el vocalista de Mr. Rooster, Rafa Morata.
Mr. Rooster es un grupo de hard rock (rock duro) que salta a la escena musical barcelonesa en 1998; pero fue el año pasado cuando editó su primer disco “All that Noise” (Big Band Music 2005) Hasta hace bien poco, la banda componía en inglés. Ahora comienza a hacerlo en castellano. “Empiezas a considerar si lo nuestro fue un problema de idioma”. A pesar del respeto de crítica y público, Mr. Rooster sigue en el “agujero”.
“La vida musical en Barcelona, al menos para los grupos que empiezan, es muy complicada. Todo es una lucha. De pasar una época en que tocabas gratis, ahora tocas pagando. Tienes que pagar salas, locales de ensayo. Y con este juego, o pierdes mucho dinero inicialmente o no te atreves a dar el salto”.

El primer golpe

Entrar en el mundo de la música es una carrera de obstáculos y el que, a pesar de todo, quiere hacerlo, asume que es “a fondo perdido” desde el principio. Desde que decide montar una banda y alquilar un local de ensayo. Este es, sin duda, el primer encuentro cara a cara con la realidad.
En la ciudad condal, el alquiler medio de un local de ensayo de aproximadamente dieciocho metros cuadrados ronda los trescientos euros. Una suma considerable que amenaza con seguir subiendo. Según Rafa Morata, “con toda la remodelación que van a hacer de Pueblo Nuevo y de Badalona se han ido al suelo muchos locales. Han subido los precios una barbaridad. Y han entrado en el juego empresas especializadas en proporcionar locales acondicionados. Con lo que, por una parte, tienes locales con muy buenas condiciones, pero con unos precios que se duplican”. Y costearlos no está alcance de todos.
Las alternativas son pocas y dejan mucho que desear; pero, todavía hay algunas. Sobre todo, dirigidas a los grupos que empiezan. Hay centros cívicos en los que existe un espacio reservado como local de ensayo. Es el caso del Centre Cívic “Garcilaso” o de la Asociación de Vecinos “Trinitat Nova”.
En el primero, el alquiler del local se realiza por horas. El precio es de diez euros la hora. En cuanto a la Asociación de Vecinos “Trinitat Nova”, Time Lost paga seis euros al mes por ensayar tres veces a la semana en “La Madriguera”. Un habitáculo que comparte con otros cuatro grupos. Los cinco se encargan del mantenimiento del local y de su equipamiento. A pesar de la precariedad de la infraestructura, no dudan en reconocer que, en los tiempos que corren, “La Madriguera” es un regalo.

Emergencia por tocar

Si encontrar local de ensayo y poder pagarlo es la primera bofetada que recibe una banda, luego, viene el directo, y éste golpea más fuerte. Pero, aún queda la otra mejilla. “El escenario engancha”, los aplausos más, y el sueño de todo músico es tocar y dar a conocer el fruto de su esfuerzo. Comunicar con su música y evitar que muera encerrada entre cuatro paredes. “No dices ‘voy a montar un grupo porque soy bueno’. Al contrario. Es porque necesito que la gente oiga esto”, asegura el cantante de Mr. Rooster.
Con las ganas de tocar en directo surge la necesidad lógica de buscar salas donde actuar. Aquí es donde realmente el monstruo empieza a mostrar los dientes. Y el Metal Circus Fest es sólo un ejemplo de ello. En Barcelona, el alquiler de las salas de conciertos oscila entre los 180€ que cuesta tocar en Carretera 13, en Badalona, y los 6000€ de Razzmatazz 1.
“Lo que nos mata a las bandas es tener que pagar una brutalidad por una sala”, declara el promotor Charlie Lúñez. Junto a Jordi Ruiz, Charlie dirige la promotora El Leñador del Metal, que lleva el “management” de Disharmony y Hapax. “Yo no me puedo ir de Barcelona a Valencia y pagar 500€ de sala, cuando me estoy pagando todo lo que es el transporte. El alquiler de una furgoneta el fin de semana cuesta de 200€ a 300€. Por mucho público que lleve al concierto, al ser una banda local, yo no cubro 800€ de gastos”.
“Baloo”, el jefe de sala de La Rulot, explica el por qué de estos precios. “Me he encontrado a gente a la que le he dicho ‘tienes que pagar un alquiler por la sala’ y me han respondido ‘no. Yo ya tengo muchos tiros pegados. Yo no pago por tocar’. Y yo digo: ‘tu posición es muy respetable, pero tú no estás pagando por venir a tocar. Estás pagando por ese servicio. No por tocar en esta sala’. Otra cosa es que tú te lucres con el sacrificio de las bandas”. Y en este punto hace referencia al festival Emergenza.
Emergenza es un concurso que nace en 1992 en Roma con el objetivo de “promover a bandas emergentes”. Se desarrolla de enero a julio en ciento cincuenta ciudades de Europa, Estados Unidos y Canadá. En España, en concreto, se realiza en Barcelona, Madrid, Bilbao, Valencia, Granada y La Coruña. Este año, según los organizadores, alrededor de cuatro mil bandas noveles de cualquier estilo musical participarán en el festival.
Emergenza puede ofrecerte: las salas más importantes, un público enloquecido, un equipo completo. Además, 1.000.000 de euros en premios como instrumentos, micrófonos y amplificadores, conciertos en los showcases del B.E.S.T (Best of Emergenza Seasonal Tour) y viajes a Europa para tocar en las finales de Emergenza frente a 25.000 personas! Si has nacido para esto, escucha la voz que hay en ello: es la llamada del escenario. ¿A qué estás esperando?” Así se anuncia el concurso en www.emergenza.net.
Al igual que en el Metal Circus Fest, una de las condiciones necesarias para tocar en este concurso es pagar una cuota. Una vez en el escenario, los grupos disponen de media hora para tocar. Pero, la polémica estalla cuando llega el momento de las votaciones.
“The audience selects the bands that proceed, to the next round by an open vote. At the regional and national finals a professional jury selects the winners and awards the best musicians”. Es decir, el público elige a las bandas que pasan de ronda mediante el sistema de voto a mano alzada. En las finales regional y nacional un jurado profesional elige a los ganadores, que participarán en la final internacional que se celebra en agosto en la ciudad alemana de Rothenburg.
“La gente vende entradas para pasar de ronda. No por ganarse una comisión”, advierte el guitarrista de Time Lost. Su grupo participó en el concurso el año pasado. Llegó hasta la semifinal. “Cuando vimos que eso era un ‘tongo’ decidimos no vender ni una entrada. Grupos que nosotros vimos que cuatro personas levantaban la mano, pasaban con nosotros con cuarenta votos”.
“No engañan a nadie”, asegura el dueño de la sala Mephisto, Jordi Rodera. “Hacen reuniones. Yo lo veo. Le explican a la gente cómo funciona todo. Si te apuntas y sabes las bases del concurso y cómo funciona, luego no te quejes”. En su sala se celebra la primera ronda eliminatoria del concurso.
En 2003, la final acústica europea del festival se organizó en la sala La Rulot. Ello no impide que su jefe de sala se muestre contrario al sistema de votaciones que utiliza el concurso para promocionar a las bandas. “No lo veo bien. O sea, yo toco como un petardo, traigo cien colegas, y otra banda suena mejor, pero trae a cinco amigos, y como lo que vale es la mano alzada, gano yo”.
El grupo de pop-rock La última tentación también concursó en una ocasión en el festival. Según sus componentes, “fuimos allí para tocar y probar. La escena ha llegado a un punto en el que aprovechas la mínima oportunidad para tocar”. Pero reconocen que fue difícil vender entradas. “La gente, tus amigos, no pagan nueve o diez euros por verte veinte minutos”.
Después de Mephisto, las bandas seleccionadas pasan por la sala Salamandra, de Hospitalet de Llobregat. De ahí, saldrán las mejores para tocar en las salas Razzmatazz 2 y Razzmatazz 1. En esta última se celebra la final regional del concurso. “Si es un grupo novel está bien porque tocas en sitios en los que normalmente no tocarías”, comenta el cantante de Mr. Rooster.
No es tan benévolo, sin embargo, el promotor de conciertos Josep Mª Fiter. El dueño de la discográfica VOLIAC Rock Produccions arremete por igual contra el festival Emergenza y el Metal Circus Fest. En su opinión, tanto uno como otro “juegan con la ilusión que tienen los grupos por tocar. Pero lo peor es que los grupos piensan que es un peaje que tienen que pagar”. Ejemplo de ello son las palabras del guitarrista de Time Lost, Sergio Merino, cuando hace referencia al precio que tienen que pagar por tocar en el Metal Circus Fest: “esto no nos puede parecer bien. Pero es que tampoco hay nada mejor. El mundo de la actuación en directo está así”.
¿Quién mueve los hilos?
Las causas que, desde el mundo de la música, se arguyen para explicar esta situación son varias. Por un lado, la saturación de grupos. A principios de 2005, sólo en el ámbito de la música heavy, más de mil quinientas bandas aparecían registradas en la ya desaparecida Asociación de Heavy Metal de España (A.H.M.E.) En la actualidad, trescientas están inscritas en la Asociación de Amigos del Metal, en Barcelona.

En cuanto a las salas de conciertos, cada vez hay menos y los alquileres son más altos. “Ya no se pueden abrir más salas en Barcelona. Las licencias están agotadas”, advierte Rodera. “Las salas que están funcionando en Barcelona son las de siempre que se van traspasando o cambiando de nombre. Y por el traspaso de una sala, hoy día, están pidiendo hasta ochenta millones de las antiguas pesetas.”
Pero también hay otros motivos. El principal, como subraya el dueño de la sala Mephisto, Jordi Rodera, que “la música es un negocio y hay mucho dinero de por medio”. El negocio empieza en los locales de ensayo, continúa en las salas de conciertos y es con las casas de discos y la Sociedad General de Autores y Editores (S.G.A.E.) cuando alcanza su punto de ebullición.
Por una parte, las discográficas no invierten. “Aunque una banda sea buena, si no vende un mínimo de discos, no la suben”, señala desde la promotora El leñador del metal, Charlie Lúñez. Esto ocurre, según el locutor del programa “Heidy Metal”, de Radio Corbera, Albert Hernández, porque “antes, los directivos de las empresas discográficas eran amantes de la música, eran entendidos en el tema. Ahora son simplemente mercenarios del dinero, y por eso hoy en día, ya nadie arriesga. Las discográficas sólo sacan al mercado lo que saben que va a triunfar seguro, y no lo que es innovador o de calidad”.
La única salida que tiene una banda novel, si quiere editar un disco, es hacerlo, una vez más, a costa de su bolsillo. A través de una discográfica independiente y encargándose ella misma de la distribución de los discos. Y, para conseguirlo, en muchas ocasiones, tienen que pedir un crédito. La última tentación, Mr. Rooster, Purgatory’s Troup, Samarkanda son sólo algunos ejemplos.
“Primero, te tienes que pagar el disco. Después tienes que pagarte las copias. Porque si lo distribuyes a través de una discográfica independiente, la independiente simplemente registra el disco. En algunos casos, puede pagar el canon de la SGAE... Pero, tienes que pagarte las copias y si quieres aparecer en los medios de comunicación, más vale que le pagues un faldón a la Mondo Sonoro, a la Metal Hammer, o a la revista que te interese, para que te saque una reseña o una crítica del disco”, descubre el vocalista de Mr. Rooster, Rafa Morata. “Todo el proceso puede suponer un gasto de 3000 a 9000€. Imagina, unas mil copias del disco te pueden costar unos 800€. Depende de la promoción que haga, puedes gastarte casi mil. En grabar un disco en estudio puedes gastarte 4000€ tranquilamente. O sea, si vas echando cuentas...”
Morata pone el dedo en la llaga al hablar de la cobertura que se hace de los grupos en los medios de comunicación. “La mayoría te saca la reseña del disco. Pero hay un juego encubierto. Tú dices:
‘- Estaba pensando poner media página de anuncios en tu revista.
- ¡Ah, vale, vale, muy bien!
- Oye, por cierto, que tengo unos discos nuevos. Si te los quieres escuchar...’
Es una especie de favor por favor”.
Desde Radio Ciutat Vella, el locutor de “Metal Survivor”, Álvaro Ramos, asegura que “la movida está en que las discográficas hacen contratos con las emisoras y, en función de lo que paguen, en la emisora ponen más o menos una música u otra. Esto es ‘cojonudo’ porque luego la gente se harta de escucharlo en la radio, va a la tienda y se compra el disco o se lo baja de Internet. Así funcionan los 40Principales, por ejemplo.”
Según el Estudio General de Medios (EGM), alrededor de tres millones de españoles escuchan a diario los 40 Principales.

Una cuestión de cultura


“Hay mucha movida de grupos. El problema básico es que no hay cultura musical”, critica el jefe de sala de La Rulot. “Ves músicos buenísimos y la gente lo único que conoce es lo que oye por la radio. Y lo que oyen por la radio es lo que las compañías pagan para que les pongan”.
Aunque la influencia de los medios de comunicación y las discográficas es decisiva, “estamos ante un pez que se muerde la cola”. De hecho, esta “falta de cultura musical” determina, a su vez, la cobertura mediática que se hace de algunos géneros musicales en detrimento de otros y, por supuesto, las inversiones de los grandes sellos.
       Como consecuencia, se hace más evidente que nunca no sólo la existencia de dos tipos de música, sino de dos tipos de cultura. Por un lado, la que vende (y se vende) y, por otro, la que no. Y es que, como lamenta ‘Baloo’, “en el momento que la música se convirtió en negocio millonario, todo se fue al ‘carajo’”.

       Y puede que todo se fuera “al ‘carajo’” en ese momento, pero “lo que pasa es que no tenemos ayuda. No hay apoyo para esta cultura ni de un gobierno central, ni de una Generalitat en Cataluña, ni de la Generalitat Valenciana, ni del gobierno vasco...”
       Este fin de semana, más de mil personas asistirán al IV Metal Circus Fest. Mil personas que se plantarán frente al escenario, bailarán, beberán, se divertirán y vibrarán al compás de la música que les gusta. Pocos se darán cuenta de que lo que están escuchando es algo más que heavy. Es el sonido de la precariedad amplificado.

DESPIECE:

Responsabilidad gubernamental
Los dueños de las salas de conciertos reclaman que el Estado regule las licencias
“Las salas de conciertos somos totalmente privadas. ¿Qué pasa? Que tampoco podemos apostar por grupos noveles porque no nos rinde económicamente. Y es triste decirlo así, pero si voy a traer un grupo aquí, y me caben quinientas personas y, como mínimo, el grupo no me trae doscientas, no me cuadran los números. Y yo no puedo hacer de ONG para los grupos”, explica el dueño de Mephisto, Jordi Rodera.
Como empresario, su objetivo es sacarle rentabilidad a un negocio cuyo mantenimiento no es barato. Infraestructuras, equipos de sonido, microfonía, seguridad, servicios, etc. Todo ello provoca que, en algunos casos, el coste del alquiler de una sala sea, cuanto menos, desorbitado.
Por ejemplo, tocar en Carretera 13, en Badalona, cuesta 180€. En la sala La Rulot, el alquiler ronda los 250€ y los 350€ en función del día en que se realice el concierto, ya sea viernes o sábado. La Salamandra, en Hospitalet de Llobregat, cuesta de 500 a 600€. Mephisto, 500€. Razzmatazz 2, 1500€. Razzmatazz 1, 6000€.
Según Rodera, esto cambiaría si el Estado apoyara económicamente el circuito de salas tal y como pretende la Asociación de Salas de Conciertos de Cataluña (ASSAC) “Lo que queremos es que los permisos de las salas los dé el Ministerio de Cultura. O sea, que no estemos pendiente de un permiso municipal y que nos controle el ayuntamiento de cada ciudad, porque en cada ciudad el ayuntamiento dispone unas normas diferentes”.
Eso por un lado. Por otro, reclaman que “haya subvenciones, como las tiene el teatro o las tiene el cine. A partir de ese momento, cuando el Ministerio de Cultura lo reconozca, sí que se podrá pedir una línea de ayudas” para promocionar a grupos nacionales, asegura el propietario de Mephisto.

En la actualidad, gracias a que está inscrita en la ASSAC, Mephisto ha empezado a recibir algunas ayudas por parte de la Generalitat de Cataluña. Estas ayudas están destinadas a la renovación del material de la sala y suponen un descuento del 30% del coste total. Pero sigue sin ser suficiente.
“En España, hacer música está agravado como un impuesto de lujo. No está reconocido como cultura”, denuncia Rodera y compara la situación que viven los músicos en España con países como, por ejemplo, Alemania, cuna del heavy metal por excelencia. “En Alemania, tienen circuito y la gente toca porque el gobierno está subvencionando el circuito y es fácil tocar. Las bandas pueden salir del local de ensayo y hacer su conciertito y dar su música a conocer. Pero, aquí, eso no existe. No hay circuito apoyado oficialmente”.
Nuria López Priego
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...